Tengo ánimos de salir adelante porque me doy cuenta que yo ya llevo muchas recaídas.
Porque muchas veces prometí no volver, muchas veces rompí las tarjetas con las
que se juega y siempre regreso y pago la reposición para volver a jugar.
Me da pena el solo contarlo pero las chicas de los casinos a
los que asisto ya me conocen y saben que
no paro hasta ver el fin. Una de ellas hace no mucho me dijo - voltea a tu alrededor
¿que ves? Gente sola; vacía, llena de problemas, ve sus caras de preocupación. Ya no apuestes, ya no
regreses-. Omar
Uno de los atractivos principales de las tragamonedas es la expectativa que tiene la gente de sacar
un gran premio a partir de una apuesta relativamente pequeña. Para nadie es
interesante participar en un juego que uno esta consciente que va a perder y eso lo saben los casinos; así que a la
programación de máquinas se ha
desarrollado casi a la categoría de arte para proporcionar la ilusión de que
los premios están al alcance de la mano.
En el libro “Diseñadas para la adicción" de Natasha Dow,
la autora se da a la tarea de entrevistar tanto a los programadores como a los jugadores
de tragamonedas y demuestra que el trabajo de los primeros es "extraer
tanto dinero como se pueda de los clientes” unido al deseo de los segundos de jugar el
mayor tiempo posible, lo que combinado
da una receta para la adicción.
Desde los inicios de la programación de tragamonedas se
idearon técnicas para distorsionar por un lado la percepción de las probabilidades reales de
ganar y por otro para que los jugadores no sumaran correctamente las pérdidas.
Una de las estrategias mas socorridas es la creación del
efecto “casi le atino”. A través de una técnica conocida como enmascaramiento
en la que los programadores fuerzan a los símbolos ganadores a aparecer muy
cerca de la línea de pago central; mas comúnmente de lo que arrojaría un
resultado atribuido a la casualidad (Pág. 92). De esta manera se mantiene la
esperanza de alcanzar un premio grande y el jugador se queda enganchado el
mayor tiempo posible.