Me siento muy mal porque parte del dinero que me gaste era
de la pensión de mis hijos. ¿Como puedo mirar a la cara a mi familia cuando le
he quitado dinero de su alimento para ir a jugármelo? Lo que hice me carcome la
mente y el alma. Alfredo
Sabemos que una de las funciones del cerebro es reforzar
como placenteras las conductas que tienen que ver con la supervivencia del
individuo o de la especie a través de la producción que químicos -dopaminas-. Comer,
ingerir líquidos, mantener una temperatura corporal adecuada, reproducirse,
interactuar socialmente, etc.
Sin embargo estas zonas de recompensa también pueden ser
estimuladas por la ingesta de sustancias –nicotina,
cocaína, cafeína, anfetaminas,etc.-, o por algunas actividades relacionadas con la obtención de reforzadores secundarios. Tal es el caso del dinero, de allí la relación de la busqueda de sensaciones a través de la participación en juegos de azar.
Una de las conductas susceptibles de estimular los centros
de recompensas cerebrales es el juego en máquinas tragamonedas, una actividad
repetitiva y emocionante por la anticipación de un premio que llega a
intervalos variables.
El juego de azar es claramente un caso de lo que se llama
programa de reforzamiento intermitente. No todas las conductas son reforzadas y
no siempre. Las máquinas se diseñan para premiar cada determinado número de
jugadas, independientemente de las acciones del apostador, porque se sabe que
el reforzamiento intermitente es el mecanismo más potente para mantener una conducta
establecida, en este caso la de jugar por dinero.
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