Cuando estoy
frente a una tragamonedas no tengo ningún tipo de control, y nada ni nadie me
importa, tras perder todo lo posible y quedarme sin un centavo me voy a casa
sola y perdida en un mar de dudas, arrepentida y llorando.
Luego llega
la noche en la cual no duermo y después el famoso dicho de que “esto no va a
suceder mas”, pero si consigo dinero a los dos o tres días vuelve a pasar y me
vuelvo a arrepentir y vuelvo a no dormir y también vuelvo a decir que esto no
va a pasar nunca más; y así, una y otra vez. Alejandra
Uno de los mitos que
se han establecido alrededor del juego tiene que ver con las matemáticas y la
manera en que tendemos a ver la vida. Cuando decimos que la moneda que lanzamos
al aire tiene una probabilidad de 50% de caer cara o cruz, eso no significa que
a la segunda tirada va a caer el opuesto de la primera, ni siquiera indica que
si caen cinco, diez, o veinte caras seguidas la probabilidad de cruz aumenta.
Todas las tiradas son
eventos independientes entre sí, pero a todos nos gusta pensar que la vida
tiende al equilibrio y a partir de allí se crea la falacia de que a una serie
de eventos sigue su opuesto o algo que lo compense. El apostador tiende a
agrupar eventos y a apostar a lo contrario; sobre ese razonamiento se han
creado innumerables sistemas de juego que en papel podrán parecer infalibles, y
que en la práctica han arruinado a muchísima gente.
En un sentido más
metafísico, tampoco hay necesariamente compensación para las desgracias, así
que es mejor no apostar sobre la creencia de que a la racha mala seguirá la
buena. Eso aplica por igual a nivel personal como a la hora de apostarle a un
equipo deportivo.
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