El
problema es mi suegro; muchas veces cuando caen cantidades de dinero grandes en su negocio se las gasta en el
casino, aunque el dinero no sea suyo y este destinado para un pago. Además se
vuelve irritable y violento cuando se trata el tema y niega tener ningún
problema. Ha llegado a decir que todo lo que pasa se tiene que quedar en casa y
que no piensa ir al psicólogo y le dice a su familia que no le quieren y que
debería suicidarse. Beatriz
Habíamos mencionado que una de las posibles dinámicas que se
establece entre el jugador compulsivo y su pareja o familiar se conoce como codependencia,
cuya característica principal es proporcionarle una justificación al
adicto y en lo posible evitarle los problemas asociados para que no “siga sufriendo”. Evidentemente la falta de responsabilidad con respecto a la
conducta perpetúa indefinidamente el problema.
En la práctica clínica las personas no llegan a terapia
porque deseen dejar de jugar, sino que lo hacen porque quieren dejar de sufrir,
y es tarea del terapeuta hacerles ver que en su caso particular inevitablemente
los problemas y el juego van de la mano.
Examinando el tema de la codependencia encontramos tres formas básicas en las que se manifiesta; tratar de
encubrir al adicto, tratar de controlar su conducta y cooperar con él para que
pueda continuar en su adicción.
El encubrimiento
se da porque una persona con ludopatía eventualmente entra en conflicto con sus
relaciones en el trabajo, con los amigos o con la familia. Cuando esto sucede,
el codependiente puede tener la tentación de intervenir justificando una ausencia,
o encontrando excusas cuando alguien critica el comportamiento del ludópata. El
encubrimiento también puede tomar la
forma de rescates, tomando como propias las obligaciones del adicto o actuando
en su nombre o pagando sus deudas. De esta manera solo se está aplazando las
consecuencias naturales del juego e
indirectamente se la da luz verde al ludópata para continuar.
Controlar
la conducta del adicto. Uno de los axiomas en
el tratamiento de las adicciones dice que el adicto debe tocar fondo
antes de que pueda empezar su recuperación. Una vez que el juego llega al punto de la adicción el jugador ya no está en control de sus propias acciones, así
que el transitar esta etapa no se puede evitar y es un requisito previo para pedir
ayuda. Esto significa que si se intenta intervenir y controlar el juego del
ludópata, los esfuerzos probablemente serán
ineficaces e incluso contraproducentes.
Los cónyuges de los jugadores hacen infinidad de cosas para controlar a sus
parejas, desde esconder las llaves del coche, llenar el calendario con
compromisos sociales, quitarles el dinero y las tarjetas, etc.. Sólo hay una
cosa que se puede decir acerca de estos planes y tácticas; no funcionan. Incluso pueden proporcionar al
ludópata una excusa para su comportamiento y para trasladar la culpa al
codependiente, y en ese caso este puede ir y medicar su “dolor” con una nueva
ronda de apuestas. Incluso si se amenaza al apostador con abandonarle lo cual
es empleado como último recurso es
probable que no tenga ningún efecto, un jugador en la agonía de su adicción
probablemente se sentirá aliviado al ver a su esposa o esposo salir por la
puerta.
Cooperar con el
jugador. La última forma en que un
cónyuge o familiar puede permitirle al
ludópata continuar con su adicción es al convertirse en un participante directo
o indirecto en el problema. No es infrecuente que el codependiente comience a
desarrollar el gusto por los juegos de azar como una forma de estar cerca del
adicto o de tratar de entenderlo; en tales casos el jugador suele aprovechar este entusiasmo porque le sirve
para justificar su propio comportamiento.
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