El paciente ludópata requiere un tipo especial de tratamiento en el que se le de atención sin hacerle sentirse juzgado; la sensibilidad del terapeuta a veces puede ser más importante que la técnica en sí.
Marco Garza www.ludopaterapia.com contacto candianim@yahoo.com

domingo, 23 de diciembre de 2012

Jugadores de ocio y ludópatas.


Estaba en una situación que no se podía sostener, nada ni nadie me podía controlar, pasaba unas siete horas diarias jugando. Empecé a apostar con mis propios recursos y finalmente pasé a robarles dinero a  mis padres, hasta que ellos se dieron cuenta y me plantearon que debía afrontar que estaba enfermo. Cuando juegas, estás en tu mundo, en una burbuja donde tú piensas que eres el mejor. Carlos 

A partir de la proliferación de lugares para apostar en México la compulsión a los juegos de azar que antes era prácticamente desconocida en el país ya se ha posicionado como la tercera causa de adicción entre la población en general –después del alcoholismo y el tabaquismo y por encima del consumo de drogas- Esto ha motivado que actualmente se le ponga la etiqueta de ludópata a casi cualquier persona que acude a un casino.
Es importante  hacer la distinción entre las personas que llevan a cabo una actividad de ocio y aquellas que han desarrollado una patología, el juego es parte importante para el desarrollo humano durante la niñez y en los adultos es un motivo para distraerse, sociabilizar, liberarse de la tensión de la vida diaria, etc. Sin embargo, para  una parte de los apostadores -entre un 10 y un 20% dependiendo del formato - jugar  puede llegar a convertirse en una conducta compulsiva que va a derivar en conflictos graves.  
De acuerdo a varios investigadores * podríamos decir que esta actividad  se ha convertido en patológica cuando se manifiestan en la persona dependencia psicológica y  efectos perjudiciales. La dependencia psicológica se caracteriza como el deseo, ansia o pulsión irresistible (craving); la polarización o focalización atencional; la modificación del estado de ánimo (sensación creciente de tensión que precede inmediatamente al inicio del cambio de conducta),  placer o alivio o incluso euforia mientras se mantiene esa conducta; agitación o irritabilidad si no es posible satisfacerla), y la pérdida de control e impotencia.
Para considerar como perjudiciales los efectos estos tienen que ser graves y alterar tanto el ámbito intrapersonal (experimentación subjetiva de malestar) como el interpersonal (trabajo, estudio, finanzas, ocio, relaciones sociales, problemas legales, etcétera). Los síntomas deben estar presentes durante un periodo de tiempo continuado de al menos doce meses siguiendo los criterios de la Asociación Psiquiátrica Americana. 

*Echeburúa, 1999; Griffits 2000; Sánchez-Carbonell, Beranuy, Castellana, Chamarro y Oberst, 2008; Washton y Boundy, 1989)

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